miércoles, 4 de julio de 2012

INSOMNIO


Y el techo se convierte en un océano que te atrapa. En una entidad que te observa, que te juzga, que te acecha. Y te mira desde arriba, con superioridad, sabiendo que su influencia puede contigo, con la idea de cerrar los ojos.

Los ojos abiertos, rojos, húmedos... Escuece el filtro de la vida. Por delante de ellos, en papel transparente pasan millones de pensamientos, de palabras, de conversaciones, de imágenes... A veces a cámara lenta, y otras como un trailer de una película de acción.

Y ya estás vendido al calor, a las sábanas desordenadas, a los cambios de postura. Al dolor de cabeza. Al dolor de corazón.

Te sientes tonto. Por dar vueltas a las cosas. Por haber sido y ser como eres: Vulnerable. Tanto que la oscuridad de la noche puede contigo. Tanto que tu hiper sensibilidad hace que tiemble tu respiración y se convierta en un suspiro entrecortado. De esos en los que parece que se escapa un trozo de tu alma por la boca. De esos que sabes, que con el tiempo, te habrán quitado un cachito de vida.

Pero tú eres así, la versión masculina de Hello Kitty, te dijeron una vez. Perfecto. Como ser vulnerable, te quedas con el apodo, aunque lo odies. Porque de repente sentir parece ser algo malo. Y cada vez hay menos gente que lo entienda.

Pero no son más que reflexiones vacías, y decides parar y dejar que el techo vuelva a atraparte con su magnetismo.

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